La Revolución Cultural de Mao

La siguiente entrada está basada en el artículo The Cultural Revolution: A People’s History, de Frank Diköter, publicado el 9 de septiembre de 2016 por la revista londinense History Today. La intención de esta entrada es dar a conocer las transformaciones sociales y culturales producidas durante la Revolución Cultural en la China de Mao Tse-Tung. Para este fin, en un ejercicio de notable esfuerzo y dedicación, he traducido y adaptado personalmente el citado artículo del original. De esta forma, el ocioso lector podrá disfrutar de su lectura sin necesidad de acudir a tediosos traductores de internet; aunque por supuesto, los más osados pueden disfrutar de la versión original a través del siguiente link:
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En agosto de 1963, el líder de la China comunista Mao Tse-Tung recibió a un grupo de guerrilleros africanos. Uno de los guerrilleros, procedente de Rhodesia del Sur, tenía una pregunta. Creía que la estrella roja que brillaba en el Kremlin se había desvanecido. Los soviéticos, que siempre habían ayudado a los revolucionarios del mundo, ahora vendían armas a sus enemigos.
- Estoy preocupado por esto-. dijo. ¿La estrella roja de la Plaza de Tiananmen en China se caerá? ¿También nos abandonarás y venderás armas a nuestros enemigos?
Mao se quedó pensativo, dando caladas a su cigarro.
- Entiendo tu pregunta-. respondió Mao. Ocurre que la Unión Soviética se ha vuelto revisionista y ha traicionado la revolución. ¿Si puedo garantizarte que China no traicionará la revolución? Ahora mismo no puedo darte garantías. Estamos buscando por todos los medios el camino de mantener China alejada de la corrupción, la burocracia y el revisionismo.
Tres años después, en junio de 1966, un incendiario artículo del periódico chino Diario del Pueblo exhortaba a los lectores a ‘barrer a todos los monstruos y demonios’. Era el disparo de salida de la Revolución Cultural, que urgía al pueblo a denunciar a aquéllos representantes de la burguesía que intentaban llevar al país por la senda del capitalismo. Como si esto no fuera suficiente, salió a la luz que cuatro altos dirigentes del partido habían sido puestos bajo arresto, acusados de conspiración contra el líder Mao Tse-Tung. El alcalde de Beijing, que estaba entre los arrestados, había intentado convertir la ciudad en una ciudadela del revisionismo. Los contrarrevolucionarios se habían infiltrado en el seno del partido, del gobierno y del Ejército. Comenzaba una nueva revolución en China que alentaba al pueblo a levantarse y eliminar a aquéllos que intentaban transformar la dictadura del proletariado en una dictadura de la burguesía.
No obstante, no estaba claro quiénes eran estos contrarrevolucionarios ni cómo se las habían arreglado para integrarse en el seno del partido. Lo que sí estaba claro era que el máximo representante del revisionismo moderno era el líder soviético Nikita Khrushchev. En un discurso secreto en 1956 que sacudió el mundo socialista hasta la médula, Khrushchev denunciaba las atrocidades cometidas por Stalin, su predecesor, así como el culto a la personalidad. Dos años después, Khrushchev proponía la ‘coexistencia pacífica’ con Occidente, un concepto que para los verdaderos creyentes en el socialismo en el mundo –incluyendo al joven guerrillero de Rhodesia del Sur- era visto como una traición a los principios del comunismo revolucionario.
Mao Tse-Tung, cuyo modelo de inspiración había sido Stalin, se sentía personalmente amenazado por la desestalinización. Mao se debía de haber preguntado cómo un hombre, Nikita Khrushchev, se las había ingeniado para revertir completamente la política de la poderosa Unión Soviética, el primer país socialista del mundo. Llegó a la conclusión de que se había hecho muy poco en materia cultural. Los capitalistas habían sido erradicados, sus propiedades habían sido confiscadas, pero aún persistía la cultura capitalista, haciendo posible que unos pocos en el poder pudieran minar y, finalmente, subvertir el sistema. Era necesaria una nueva revolución que aniquilara los vestigios de la vieja cultura, desde los pensamientos personales hasta los mercados privados. Al igual que la transición del capitalismo al socialismo había requerido una revolución, la transición del socialismo al comunismo exigía otra revolución: lo que denominó como ‘Revolución Cultural’.
EL GRAN SALTO ADELANTE (1958)
Mao Tse-Tung
El primer intento de Mao de robar el predominio de la Unión Soviética fue el Gran Salto Adelante en 1958. Hasta el siglo XX tuvo lugar en China una lucha entre la propiedad estatal de la tierra -que era entregada por el Estado a los campesinos para su cultivo- y la propiedad privada, lo que condujo a los grandes desequilibrios sociales en 1949. En el año del triunfo de la revolución, un 4% de los propietarios disponía del 50% de la tierra y vivían en estado parasitario ejerciendo de usureros; es lo que se conoce como nobleza absentista, pues estaba totalmente despreocupada por sus tierras y buscaba sólo las rentas. Por todo ello, la propiedad colectiva propuesta por los comunistas no resultaba algo exótico en China, sino más bien algo conocido y deseado por la población campesina.
El gobierno comunista chino promulgó la Ley de Reforma Agraria en 1950. Se clasificó a la población agraria en 5 clases: grandes propietarios; campesinos ricos; campesinos medios; campesinos pobres y obreros agrícolas. Se buscaba expropiar a los absentistas, pero no se expropió a los campesinos medios ni a los ricos. Esta reforma no solucionó los problemas agrícolas, sino que la producción se redujo debido a un aumento del minifundismo, al repartir antiguas explotaciones bien gestionadas a campesinos que no contaban con equipo para llevarlas adelante. A raíz de esto se pensó en la colectivización.
En 1945 los comunistas controlaban 18 zonas liberadas y habían instaurado un régimen político flexible, también habían creado equipos de ayuda mutua de producción, que suponían un grado pequeño de colectivización, los cuales continuaron desarrollándose durante la reforma agraria; las cooperativas de producción semisocialistas se expandieron en 1955, en las que todavía existía la propiedad privada; las cooperativas socialistas se extendieron a partir de 1956, cuando quedó abolida la propiedad privada.
La Comuna supone el grado más alto de colectivización, pues en ella se colectivizan los medios de producción y el producto. Es lo que conocemos como el Gran Salto Adelante de 1958, y en 1959 todas las cooperativas socialistas fueron agrupadas en comunas:
o Equipo de producción: Es la célula más pequeña. Integra a unas 34 familias (150 personas) unidas normalmente por vínculos de amistad y de parentesco. Cultivan de 15 a 20 hectáreas, el campesino conserva la casa y un pedazo de tierra y también puede criar ganado. El 50% del producto bruto se reparte entre los miembros del equipo, otro 32% se utiliza para los costes de producción y el 18% se reparte entre impuestos, reserva de grano y fondo de bienestar social.
o Brigada de producción: Se encuentra a un nivel superior. Integrada por unos 7-8 equipos de producción (1.000 personas) pertenecientes a un sólo pueblo o varias aldeas. Ofrece servicios como educación primaria, centro de salud, etc... Su misión es coordinar la labor de los equipos de producción para la realización de los trabajos comunes, por ejemplo, el mantenimiento de las infraestructuras y gestionar las empresas que tenga.
o Comunas: Célula administrativa básica. Integradas por unas 12-13 brigadas de producción (15.000 personas) que cultivan unas 1.800 hectáreas. Ofrecen mayores servicios, como educación secundaria, hospital, medios de transporte, servicios de crédito, etc. Su misión es la recaudación de impuestos, mantenimiento de la seguridad pública, gestión de empresas mayores (empresas para la comercialización de los excedentes, empresas industriales), etc.
Campesinos en una comuna
El Gran Salto Adelante
Mao pensó que de esta forma catapultaría China por encima de sus competidores, pero el Gran Salto Adelante fue un experimento desastroso en el que 10 millones de personas eran explotadas en dichas comunas donde morían de hambre. Tras este fracaso, muchos responsabilizaron a Mao del ingente número de muertes y las hambrunas que sufría la población.
La Revolución Cultural fue el segundo intento de Mao de convertirse en el modelo socialista, salvaguardando la dictadura del proletariado contra el revisionismo. Mao desarrolló el marxismo-leninismo en una nueva escala, integrando su propia concepción. Como muchos dictadores, Mao combinó ideas grandiosas sobre sí mismo y su propio destino con una gran malicia. Insensible ante las pérdidas humanas, no titubeaba a la hora de intimidar a la población ni ejercer brutales campañas de escarmiento con altos índices de muertes. Conforme fue envejeciendo, se fue tornando también contra sus camaradas y subordinados, algunos viejos compañeros de armas, sometiéndolos a humillaciones, torturas o ejecuciones. Así, la Revolución Cultural englobaba dos aspectos: la visión de un mundo socialista libre de revisionismo y la purga de enemigos –reales o imaginarios-.
LOS ANTECEDENTES DE LA REVOLUCIÓN CULTURAL (1962-1966)

En el verano de 1962, Mao inició una campaña de Educación Socialista para elevar la vigilancia revolucionaria y reprimir las actividades económicas que se tomaran fuera de la economía planificada. En el último año del Gran Salto Adelante, el control sobre la economía se había relajado y en algunas zonas de China se producían tímidas descolectivizaciones –devoluciones de tierras a granjeros- en un esfuerzo de paliar las hambrunas. Estas prácticas fueron duramente castigadas por el régimen bajo el slogan de ‘Nunca olvidar la lucha de clases’. Provincias enteras fueron acusadas de volver a la senda del capitalismo y de devolver el poder a los enemigos de clase, por lo que el gobierno realizó una purga de 5 millones de personas (el seno del Partido, la administración provincial, los campesinos que recibieron las tierras etc.).
Niños disparando una foto que representa el 'imperialismo americano'
Campamentos educativos

Lectura del 'Libro Rojo' de Mao, único libro no prohibido en China
Pero no sólo eran necesarias las purgas para contrarrestar el efecto de las ideas contrarrevolucionarias, había que reeducar a los jóvenes, vistos como herederos de la revolución. Los estudiantes de todos los niveles fueron educados en el odio de clase y obligados a estudiar la obra de Mao Tse-Tung. En las escuelas primarias se enseñaba a los niños a disparar con escopetas de aire comprimido a fotografías del líder nacionalista Chiang Kai-Shek o de líderes norteamericanos. Se organizaron ‘campamentos militares de verano’ para estudiantes y los trabajadores fueron organizados marcialmente en el campo. Antes de que empezara la Revolución Cultural, la juventud estaba preparada para enfrentarse al enemigo imaginario.


LOS AÑOS ROJOS (1966-1968)
El 1 de junio de 1966, un incendiario artículo del periódico Diario del Pueblo exhortaba a los lectores a ‘barrer a todos los monstruos y demonios’. Aparecieron posters que afirmaban que los líderes universitarios eran revisionistas. Los estudiantes habían sufrido años de adoctrinamiento durante la Campaña de Educación Socialista y ahora estaban listos para pasar al ataque.
Empezaron escudriñando el pasado de sus profesores, acusando a algunos de ‘elementos burgueses’ o incluso de ‘contrarrevolucionarios’. Algunos fueron demasiado lejos y denunciaron a altos cargos del partido, por lo que fueron castigados. Entonces Mao, en vez de apoyar a sus camaradas del partido, les acusó de reprimir a los estudiantes de forma dictatorial. ‘Rebelarse está justificado’ fue su grito de guerra, y eso fue lo que hicieron los estudiantes. Apareció entonces la Guardia Roja portando el Pequeño Libro Rojo, juraron defender al líder e iniciar la Revolución Cultural arrasando el ‘viejo mundo’: quemaron libros, profanaron lápidas en cementerios, derribaron templos e iglesias, y destruyeron símbolos del pasado como los nombres de las calles y letreros. También atacaban a los sospechosos de ser enemigos de la revolución, obligándoles a tragarse uñas y excrementos mientras la gente miraba y se burlaba. Un profesor se suicidó después de ser obligado por estudiantes a beber tinta. Otro fue empapado de gasolina y quemado vivo. Otros fueron electrocutados o enterrados vivos. En septiembre, más de 1.700 personas fueron asesinadas sólo en Beijing.
Manifestación de Guardias Rojos

Guardias Rojos leyendo el libro de Mao

Mao quería purgar los altos estratos del poder y para ello utilizó a estudiantes radicales, algunos no mayores de 14 años, dándoles licencia para denunciar toda autoridad y ‘bombardear los cuarteles y oficinas’. Pero muchos oficiales supieron desviar la violencia animando a sus propios perseguidores a perseguir a gente corriente como sospechosos de clase. Algunos incluso organizaron su propia Guardia Roja en nombre de Mao y ‘alzaron la bandera roja  para luchar contra la bandera roja’. Así, los guardias rojos empezaron a luchar entre sí.
Como respuesta, el líder llamó a la población a sumarse a la revolución. Igual que había incitado a los estudiantes a rebelarse contra sus profesores meses antes, ahora incitaba al pueblo contra los líderes del partido en el otoño de 1966. Se desató entonces una explosión de frustración causada por años de gobierno comunista. Muchos albergaban agravios y rencor hacia los mismos oficiales que les habían explotado y matado de hambre durante el Gran Paso Adelante. Pero estas ‘masas revolucionarias’, en vez de exterminar a los enemigos de clase, también se dividieron y empezaron a luchar entre ellos.
En enero de 1967, el caos era tal que tuvo que intervenir el ejército para reinstaurar el orden apoyando la ‘verdadera izquierda proletaria’. Pero como los líderes militares apoyaban diferentes facciones –todos ellos convencidos de representar la verdadera voz de Mao- la situación desembocó en guerra civil. La gente empezó a matarse en las calles con ametralladoras y a bombardearse entre sí.
Con todo, Mao prevaleció. En ocasiones rescataba un leal seguidor o lanzaba un camarada a los lobos. Una sola declaración suya decidía el destino de las personas, según declarase una u otra facción de contrarrevolucionaria.
Revolución Cultural

Revolución Cultural nº2

Revolución Cultural nº3: Quema de estatuillas de Buda

LOS AÑOS NEGROS (1968-1971)
La primera fase de la revolución terminó en el verano de 1968 cuando comités revolucionarios quedaron a cargo del partido y el gobierno. Estos comités estaban totalmente dominados por mandos militares y representaban una cadena de mando que obedecía sin rechistar las órdenes de Mao. En los siguientes tres años convirtieron el país en un Estado-cuartel, con soldados vigilando colegios, fábricas y oficinas del gobierno. Millones de ‘elementos indeseables’, incluyendo estudiantes y otros que habían seguido las órdenes de su líder, fueron deportados al campo para ser ‘reeducados por los campesinos’. En algunas provincias, la mitad de los estudiantes exiliados carecían de casa, por lo que se veían obligados a vivir en cuevas, templos abandonados, pocilgas etc. Pasaban hambre y los abusos sexuales estaban a la orden del día: miles de mujeres fueron violadas, algunas de ellas sin haber llegado a los 14 años. Además de los estudiantes, familias enteras, consideradas una carga para el estado, fueron deportados al campo y abandonados a su suerte.
Paralelamente se iniciaron purgas brutales, utilizadas por los comités revolucionarios para aniquilar a aquéllos que se habían significado en los primeros años de la Revolución Cultural. Ya no se hablaba de ‘seguidores del capitalismo’, sino de ‘traidores, renegados y espías’ en el pueblo llano o en el seno del partido. Cualquiera que tuviera relación con el extranjero era sospechoso. En Shanghai, 170.000 personas fueron ‘investigadas’, más de 5.400 se suicidaron, fueron golpeadas hasta la muerte o ejecutadas. En la provincia de Guandong, se contabilizaron alrededor de 40.000 muertos. En Mongolia, cerca de 800.000 personas fueron interrogadas y encarceladas. En esta provincia también aparecieron cámaras de tortura: arrancaban las lenguas, extraían dientes con tenazas, sacaban los ojos de sus cuencas, quemaban la piel con hierros al rojo vivo etc. Aunque menos del 10% de la población en Mongolia era mongola, constituyeron más de 75% de las víctimas.
Mao presidiendo una manifestación en la Plaza de Tiananmen

Después de esta caza de brujas, sobrevino una campaña contra la corrupción. Se intimidaba y acosaba a la población por cualquier acto o dicho considerado delictivo: hacer un pequeño agujero en un cartel de Mao o cuestionar la economía planificada eran actitudes severamente castigadas.
En estos años también se planteó un gran proyecto industrial denominado ‘Tercer Frente’, que tenía como objetivo la construcción de una enorme infraestructura industrial en el interior del país. La obsesión paranoica de un posible ataque tanto desde la URSS como desde Estados Unidos, llevó a un programa colosal de traslado de 1.800 fábricas a las regiones más remotas e inhóspitas de China, lejos de las grandes ciudades y la costa. Este proyecto tuvo tales costes que en términos económicos fue el segundo desastre después del Gran Salto Adelante.
En el campo, se impuso el modelo de la comuna de Dazhai, una estéril meseta del norte de China. Dazhai era una vuelta al espíritu del Gran Salto Adelante, con la colectivización total. Sin importar la topografía ni el clima, se llenaban lagos, limpiaban bosques, o cultivaban en desiertos para emular los campos aterrazados de Dazhai.
Arrozales en terrazas en Dazhai

LOS AÑOS GRISES (1971-1976)
El frenesí revolucionario había dejado el país exhausto. La gente ya no mostraba su disconformidad y no exteriorizaba sus pensamientos ni sentimientos. Muchos se dieron cuenta de que el partido –especialmente en las áreas rurales- había sido gravemente herido por la Revolución Cultural. En una ‘revolución silenciosa’, millones de habitantes de estas zonas retomaron prácticas tradicionales como el mercado negro, distribuyeron bienes colectivizados, se dividieron las tierras y abrieron fábricas subterráneas.
El caso de Yan’an es llamativo. Los habitantes abandonaron los intentos de cultivar en una tierra árida y seca y se especializaron en la venta de carne de cerdo. Para cumplir con su cuota de entrega de grano al Estado, usaban las ganancias de sus ventas para comprar grano en el mercado negro. Los propios oficiales locales supervisaban las transacciones. En toda la provincia, la gente de las comunas habían distribuido bienes colectivizados y entregado parcelas de tierras a familias. En muchos casos, las autoridades locales distribuían la tierra entre los granjeros. En todo el país, la gente criaba patos, abejas, pescado, hacían ladrillos y cortaban madera, siempre en el nombre de la ficticia colectividad. Estas actividades se llevaban a cabo con el consentimiento de las autoridades locales, que alquilaban las tierras a familias a cambio de una parte de la cosecha.
Esta situación se produjo para paliar las hambrunas causadas por la economía planificada. En las regiones menos devastadas, los mercados también prosperaron. En la región de Puning (Guandong) alrededor de 30 mercados cubrían las necesidades de más de un millón de personas. Estos mercados atraían a granjeros locales, artesanos y comerciantes, que llevaban sus productos en las manos, en sacos o carretillas. Vendedores ambulantes ofrecían ilustraciones coloridas de óperas tradicionales, libros de las épocas imperial o republicana, y colecciones de poemas que habían escapado a los destrozos de la Guardia Roja. También se organizaron restaurantes que vendían cupones de racionamiento.
Antes de la muerte de Mao en septiembre de 1976, gran parte de la China rural había abandonado la economía planificada. Fue el legado más duradero después décadas de sangre y miedo. Ningún partido comunista hubiera tolerado una confrontación, pero las autoridades rurales no podían hacer nada contra los intentos de la población de minar la economía estatal y reemplazarla con su iniciativa.
Deng Xiapong, sucesor de Mao, intentó resucitar la economía planificada. En abril de 1979 exigió que aquéllos que habían abandonado las colectivizaciones volvieran a las comunas, pero pronto se dio cuenta de que no tenía posibilidad de éxito. En 1982, las comunas, columna vertebral de la economía planificada, fueron disueltas.
Los habitantes de las zonas rurales no sólo echaron por tierra la economía planificada, sino que también escaparon de las cadenas ideológicas impuestas durante décadas. Las interminables campañas de reeducación de Mao produjeron gran escepticismo entre los propios miembros del partido, la ideología comunista se había difuminado y su legitimidad estaba hecha harapos. No obstante, no se establecieron libertades políticas. Los nuevos líderes temían a dar voz a su propio pueblo, por lo que estaban dispuestos a suprimir su aspiraciones.

En junio de 1989, Deng ordenó tomar medidas severas contra manifestaciones en favor de la democracia en Beijing, conforme los tanques entraban en la Plaza de Tiananmen. La masacre que siguió fue una demostración de fuerza bruta diseñada para enviar un mensaje que se mantiene hoy día: no se cuestiona el monopolio del Partido Comunista de China.


Manifestación en la Plaza de Tiananmen, 1989
Respuesta del gobierno a la manifestación
La plaza de Tiananmen después de la respuesta del gobierno chino

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