Conferencia sobre la Historia de Cataluña


Historia de Cataluña from Benjamín Olmedo

Como asistente de conversación del Departamento de Español en la Facultad de Letras de la Universidad de Ljubljana, publico mi ponencia en la conferencia que realicé ayer sobre la Historia de Cataluña. He aquí la transcripción:

Hace tiempo fuimos testigos del simposio denominado “España contra Cataluña”, que venía a ser una especie de ciclo de conferencias organizado y financiado por la Generalitat y en el que colaboraron historiadores –algunos de reconocido prestigio- que no dudaron lo más mínimo en manipular la Historia con el fin de defender sus ideas políticas. En el simposio, se presentó a Cataluña como una nación con fuertes ansias democráticas víctima del yugo de la opresora y tiránica España. Este simposio cuyo discurso tuvo mucho de político pero poco de científico, fue objeto de numerosas críticas por parte de grandes historiadores catalanes y del resto de España.
De esta forma asistimos a una nueva manipulación de la historia, al igual que ocurrió durante el franquismo. Y es que, como decía Orwell: “Quien controla el presente controla el pasado. Y quien controla el pasado controlará el futuro”.
Comencemos nuestro recorrido por la historia de España, enfocándonos en el ámbito catalán. Tras la conquista musulmana de la Península, el actual territorio de Cataluña quedó conformado en condados dependientes del imperio carolingio en lo que se conoció como la Marca Hispánica. Conforme pasaba el tiempo, el imperio carolingio se fue debilitando, mientras que los condados cobraban fuerza y terminaron por desvincularse del rey de los francos.
En el siglo XI, el conde de Barcelona Ramón Berenguer I se impuso a los demás condes y formó una especie de Estado feudal vinculando a los otros condados en torno al de Barcelona y creó una Corte propia.
Durante el siglo XII se produjo la unión dinástica del condado de Barcelona con el Reino de Aragón, si bien los catalanes conservaron sus Cortes e instituciones propias. En el siglo XIII, el rey Jaime I el Conquistador llevó a cabo una importante expansión territorial en la que el reino de Valencia, Murcia y las islas Baleares se incorporaron a la Corona Aragonesa. Y en los siglos siguientes XIV-XV la Corona de Aragón vivió su época dorada al expandirse por el Mediterráneo.
En 1469 Isabel I de Castilla contrae matrimonio con Fernando II de Aragón, y se produce la unión dinástica de Castilla y Aragón, si bien ambos reinos conservaron sus instituciones tradicionales, sus cortes, leyes, y administración propias. Desde esta época, los catalanes participan en las expediciones y campañas militares de la Monarquía Hispánica por la Península (Granada), Europa (Italia) y el norte de África.
En el siglo XVI, Castilla –más rica y poblada- tuvo que soportar pesadas cargas fiscales y de reclutamiento para mantener las campañas imperiales del emperador, mientras que la Corona de Aragón, dado su pequeño tamaño y menor población, se libraba de tamañas aportaciones, por lo que vivió una época de crecimiento demográfico y económico. También, en este siglo se produce la unión de España y Portugal, con lo que la Monarquía Hispánica se fortalece.
Durante el siglo XVII la Monarquía Hispánica entra en decadencia. Los Tercios imperiales comienzan a ser derrotados y los ataques piratas a las posesiones españolas y a la Flota de Indias ocasionan cuantiosas pérdidas, por lo que los gastos crecen, y el reino entra en bancarrota en varias ocasiones.
En este contexto de crisis, se produjo un levantamiento popular en Cataluña conocido como el “Corpus de Sangre”, que dio inicio a una rebelión contra el Rey. La revuelta obedeció a múltiples causas. En 1640 el Imperio español se hallaba en medio de la Guerra de los Treinta Años contra varios reinos europeos. Para soportar el peso de los gastos militares, el Conde-duque de Olivares (valido del Rey) decretó la Unión de Armas, es decir, que cada territorio del reino debía contribuir al ejército en función de su riqueza y población, por lo que la situación de privilegio que vivía la Corona de Aragón –inclusive Cataluña- respecto a Castilla e Indias (que se hacían cargo de todo el peso contributivo) terminó. Y a esta causa se sumaron la política centralista de Olivares, la elevación de los impuestos para mantener la guerra y la presencia de tropas reales en Cataluña para defender la frontera con Francia (con todo lo que eso supone). La revuelta cogió desprevenido al gobierno real, que se vio incapaz de sofocar la rebelión al no disponer de tropas cerca. Por su parte, Cataluña se alió con Francia –llegando a convertirse en provincia francesa- y se comprometió (irónicamente) a mantener un ejército en su territorio (esta vez, francés). Es decir, terminaron por hacer lo mismo contra lo que se habían rebelado.
La guerra se extendió durante diez años, ya que Portugal también se rebeló contra la Corona española y ésta tuvo que dividir sus fuerzas. No fue hasta 1651 cuando las tropas reales consiguieron pacificar Cataluña y restablecer su obediencia a Madrid. No obstante, la revuelta catalana y la portuguesa debilitaron de tal forma a la Monarquía que ésta terminó perdiendo la guerra contra Francia y cediendo la mayor parte de sus territorios europeos.
Cuando muere el rey Carlos II sin descendencia, se inicia la guerra por la sucesión al trono de España. Se enfrenta por un lado, el sucesor designado por el rey, Felipe de Anjou, nieto del rey Luis XIV de Francia y al que Castilla jura lealtad. Por otro lado, el archiduque Carlos de Austria, que recibió el apoyo de Aragón al jurar respetar los fueros e instituciones aragonesas (como contrapartida del proyecto unificador francés).
De esta forma se inicia una guerra entre los partidarios de Felipe (Francia y Castilla) y los partidarios de Carlos (Aragón, Austria, Prusia, Inglaterra, Holanda y Portugal) que veían la unión de España y Francia (enemigas durante mucho tiempo) como un peligro para sus intereses. Tras 14 años de guerra y una vez firmado el tratado de paz, tan sólo quedó Cataluña como foco de resistencia, temerosa de que Felipe V suprimiera sus privilegios. Cuando las tropas del Rey llegaron a Barcelona, ésta decidió resistir con una obstinada y feroz defensa hasta que finalmente cayó el 11 de septiembre de 1714.
Esta fecha es celebrada hoy día como el Día de Cataluña. No obstante, los políticos independentistas y los historiadores del “España contra Cataluña” presentan este día como el punto de nacimiento de la nación catalana que se enfrentó al despotismo español. Pero he aquí las razones de la falsedad de esta afirmación:
1.      En la guerra se enfrentaron la Casa de Borbón y la Casa de Austria por el trono de España, no fue una guerra entre naciones (ya que la concepción de nación/patria no surgió hasta después de la Revolución Francesa).
2.      Los catalanes no lucharon por una Cataluña independiente, sino para que un rey no les quitara sus fueros y privilegios, como efectivamente ocurrió.
3.      Además, apoyaban a Carlos de Austria, cuyo objetivo era conseguir el trono de toda España, si bien respetando las instituciones y tradiciones catalanas.
Una vez ganada la guerra, Felipe V estableció los Decretos de Nueva Planta. Con ello pretendía uniformizar todos los territorios del Reino y asentar el sistema absolutista propio de la época. En el caso de la Corona de Aragón (y de Cataluña) se abolieron sus fueros, se castellanizaron sus instituciones, se igualó su contribución fiscal a la del resto del reino, y se estableció el castellano como lengua oficial (no se eliminó el catalán, sino que el castellano se impuso como lengua administrativa). No obstante, a lo largo del siglo XVIII, Cataluña vivió un período de prosperidad y de crecimiento demográfico y comercial.
Durante la Guerra de Independencia, Cataluña fue ocupada por las tropas de Napoleón, convirtiéndose desde entonces en uno de los baluartes de mayor resistencia contra los franceses.
En la primera mitad del siglo XIX Cataluña experimenta un proceso de industrialización mucho más rápido y profundo que el resto de España, debido tanto a su contacto con el Mediterráneo como a su cercanía con Francia (las innovaciones llegan antes). Además, la primera línea de ferrocarril que se construyó en España fue en Cataluña, con la línea Barcelona-Mataró.
Pero además, el siglo XIX es conocido por esa eclosión romántica y literaria de los pueblos de Europa. En España, se producen movimientos de recuperación de lenguas como el gallego (Rexurdimento) y el catalán (Renaixença), así como de las tradiciones propias de estos pueblos. En Cataluña se publicaron numerosas obras literarias, periódicos, revistas... en catalán. Es decir, se ponen de moda las tradiciones, la cultura y la lengua catalana pero nada relacionado con la independencia política de España como se nos quiere hacer ver; sino un movimiento de reivindicación lingüística y cultural.
En 1868 se pone fin al reinado de Isabel II y España entra en un período democrático. Por entonces, ya habían surgido corrientes catalanistas de orientación republicana e intelectual. Cuando en 1873 se proclamó la Primera República Española, un sector radical del federalismo catalán proclamó la independencia de Cataluña, si bien el gobierno central restableció rápidamente el orden. 
A partir de esta época entra en juego la figura de Valentí Almirall. Federalista radical, intentó unificar todas las tendencias catalanistas aunque sin éxito, debido a las diferencias de los catalanistas republicanos con el catalanismo burgués. Impulsó el Primer Congreso Catalanista cuyo objetivo fue la creación de una escuela para la transmisión de la lengua y cultura catalanas. A partir de entonces fue tomando cuerpo el catalanismo político y comenzaron a surgir partidos políticos catalanistas.
No será hasta 1914 cuando el Estado apruebe la Mancomunidad de Cataluña. El Partido del gobierno, necesitado de apoyos para llevar a cabo sus políticas, encontró un aliado en los catalanistas conservadores, quienes a cambio exigieron algunos privilegios. Así, se creó un órgano con competencias administrativas que englobó al fin las cuatro provincias catalanas. Esto significó el primer reconocimiento por parte del Estado español de la unidad territorial de Cataluña desde la Guerra de Sucesión. De esta forma, Cataluña gozaba de cierta autonomía para su gestión administrativa, realizándose numerosas mejoras en infraestructuras y la construcción de otras nuevas (ferrocarril, puertos, mejoras tecnológicas...), mejoras en educación y sanidad...
Durante la Dictadura de Primo de Rivera, la Mancomunidad siguió existiendo, aunque el nuevo régimen trabajó contra el nacionalismo catalán republicano, cada vez más radicalizado y con más apoyos. Así, Primo de Rivera decretó la supresión de la Mancomunidad, la prohibición de partidos y asociaciones catalanistas, el uso del catalán y las banderas catalanas en la vida pública. Pero lo que consiguió fue que Cataluña se convirtiera en uno de los focos de mayor oposición a la dictadura así como el auge del catalanismo republicano y el desprestigio del catalanismo moderado.
Cuando se proclamó la II República española, los catalanistas vieron de nuevo su oportunidad y desde el balcón de la Generalidad, Francesc Maciá proclamó la República catalana. Ante esta situación, el nuevo gobierno negoció con Maciá la instauración de la Generalitat a cambio de la anulación de la proclamada república catalana. Además se aprobó el Estatuto de Autonomía de Cataluña, fueron instaurados un gobierno y un parlamento autónomos en Cataluña, lo que generó numerosos rechazos en el resto de España. Desde este momento, la Generalitat se enfrenta al gobierno central con motivo de algunas de sus reformas en un ambiente de tensión social y política. El 6 de octubre de 1934, el presidente de la Generalidad proclamó el Estado Catalán en la República Federal Española. Como respuesta, el gobierno envió al Ejército para sofocar la insurrección y suspendió las instituciones autónomas catalanas. En 1936 la victoria del Frente Popular restableció la autonomía de Cataluña.
Durante la Guerra Civil, Cataluña permaneció leal al gobierno de la República. La Generalitat, más deseosa de ampliar sus competencias estatutarias que de contribuir al esfuerzo bélico, dificultó la ya de por sí difícil cohesión del bando republicano, enfrentándose a las directrices del gobierno y del alto mando republicano. Además, Cataluña fue durante la guerra un campo de batalla interno en el que comunistas, socialistas y anarquistas se enfrentaron entre sí en verdaderas batallas por las calles de Barcelona.
Finalizada la guerra con la victoria de Franco, quedó prohibido todo lo relacionado con el catalanismo y la identidad catalana (autonomía, instituciones, lengua, bandera, periódicos, fiestas y bailes...). Así, tanto Cataluña como el resto de España quedaron subyugados al régimen dictatorial durante una de las épocas más oscuras de nuestra historia. La situación no cambiaría hasta 40 años después con la muerte del dictador y el advenimiento de la democracia a España.

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