Olas de Autoritarismo
Nominación de Donald Trump como candidato republicano a la presidencia |
Tras la caída
del Muro de Berlín, según iban cayendo los regímenes autoritarios de Europa del
Este, la Unión Soviética y la desintegración de Yugoslavia, el científico
político Samuel Huntington publicó un curioso libro –si bien largamente
olvidado- titulado The Third Wave (La
Tercera Ola). Huntington explicaba que el mundo contemporáneo ha vivido
momentos de liberalización y democratización. Una “primera oleada” que engloba
desde la Revolución Francesa hasta la I Guerra Mundial (1789-1914), tuvo como
resultado el surgimiento de instituciones democráticas en más de treinta
países. Una “segunda oleada” siguió a la victoria de los aliados en la Segunda
Guerra Mundial, reconociéndose entonces 36 democracias en todo el mundo. Y una
“tercera oleada” que comenzó con la caída de regímenes autoritarios a mediados
de la década de 1970 –ej. la Revolución de los Claveles en Portugal, que puso
fin a la dictadura de Salazar o el fin de la dictadura franquista en España- y
que ganó impulso con el colapso de la Unión Soviética y del Bloque del Este a
finales de la década de 1980.
El número de
democracias ha crecido desde entonces a entorno unas 100 en todo el mundo; si
bien, hay que tener precaución en el criterio a seguir a la hora de calificar
un gobierno de democrático. Muchas de estas nuevas democracias no están
completamente consolidadas, de manera que, pese a contar con instituciones
democráticas, el sistema político es frágil: inestabilidad económica, monopolio
de la política de la élite gobernante, continuas interferencias militares en
asuntos civiles...
La actual
oleada mundial de populismo antiliberal sugiere que esa tercera ola
democratizadora está deteniéndose, o incluso que puede retroceder. Es tiempo de
demagogos en el poder: Recep Tayyip Erdoğan
en Turquía, Viktor Orbán en Hungría, Jaroslaw Kaczyński en Polonia, Prayut Chan-o-Cha en
Tailandia y ahora, Donald Trump en Estados Unidos. Sus gobiernos tienen mucho
en común: un líder carismático fuerte, nacionalismo (véase el lema de la
campaña de Trump, Make America great
again!), xenofobia y odio a los inmigrantes o minorías, anti-establishment, menosprecio hacia la
libertad de prensa (a la que se acusa de manipulación e imparcialidad),
aislacionismo económico etc...
A lo largo de la
historia contemporánea, los movimientos antiliberales han sido la norma, no la
excepción. El movimiento de autoritarismo más profundo en la historia reciente
se produjo en el período de Entreguerras (1923-1939), momento en que llegan al
poder figuras como Franco en España, Salazar en Portugal, Mussolini en Italia,
Chiang Kai-shek en China o Hitler y Stalin en Alemania y Rusia. No obstante,
tras la Gran Guerra algunos estaban convencidos de que el liberalismo había
prevalecido sobre las formas autocráticas de gobierno; el intelectual británico
James Bryce llegó a proclamar “la
aceptación universal de la democracia como la forma natural de gobierno”
(Modern Democracies, vol.1 p.4). Pronto se probaría su error.
Con la Crisis
de 1929 las democracias cayeron en una profunda crisis y los movimientos
autoritarios comenzaron a aflorar hasta hacerse con el poder en los casos citados.
Incluso en las sociedades liberales que se mantuvieron –Francia, Gran Bretaña o
Estados Unidos- el modelo autoritario se antojaba, para muchos, como su futuro.
El Primer Ministro Winston Churchill congratuló a Mussolini tras su ascenso al
poder (si bien posteriormente combatiría el fascismo entre los británicos):“Si hubiera sido italiano, estoy seguro de
que habría estado sinceramente junto a ti –Mussolini- desde el principio hasta el final en tu triunfante lucha...” (Discurso
de Roma, 20 de enero de 1927). El diplomático estadounidense George Kennan
escribiría: “Este benevolente despotismo
tiene más posibilidades para el bien que la liberal democracia”. Recomendaba
también que Estados Unidos debería andar “el
camino que lleva a través del cambio constitucional a un estado autoritario” (El
Halcón y la Paloma, p.41). Al final, el autoritarismo de entreguerras, que para
muchos había sido una promesa de estabilidad, terminaba como una de las grandes
tragedias de la historia de la humanidad.
La Segunda
Guerra Mundial fue seguida por un breve período de liberalización global, con
el fin del poder autoritario en países como Alemania Occidental, Italia,
Austria y Japón. Aunque la etapa de posguerra es, fuera de dudas, un período de
libertad en muchas regiones, otras partes del mundo seguían bajo el yugo
autoritario –no sólo el bloque soviético y Yugoslavia, también en el bloque
anticomunista del “Mundo Libre” como Franco en España o Pinochet en Chile.
Otra oleada de
autoritarismo, si bien menor que en el período de entreguerras, sacudió al
mundo en la década de 1960. En esta época se produjeron múltiples golpes de
estado con juntas militares tomando el poder en países como Corea del Sur,
Indonesia, Grecia, Nigeria y sobre todo en Latinoamérica. Como había ocurrido
en el pasado, estos hechos cogieron por sorpresa a muchos contemporáneos,
quienes empezaron a dudar del modelo liberal. Pero entre las décadas de 1970 y
1980, algunos regímenes autoritarios como Portugal, España, Grecia, parte de Latinoamérica
y Asia cayeron e iniciaron un período de democratización y apertura. Este
momento es lo que Huntington considera como La
Tercera Ola.
Cuando la
Guerra Fría llegó a su fin y los regímenes comunistas empezaron a caer, el
modelo autocrático parecía estar en su momento más débil. Algunos estudiosos
contemporáneos se convencieron de que regímenes autocráticos como la URSS o
China habían sido contenidos por el poderoso bloque de las democracias
liberales. Un ejemplo es Francis Fukuyama, quien consideraba que, a largo
plazo, estos estados autoritarios irían liberalizándose paulatinamente. Actualmente
podemos apreciar el caso contrario. Y es que no sólo los regímenes autocráticos
existentes no han caído, sino que nuestras propias sociedades democráticas se
enfrentan al desafío de movimientos antidemocráticos desde dentro.
Aquéllos que
han proclamado el triunfo de la democracia, una y otra vez se ha probado su
error. La amenaza del autoritarismo ha persistido y ahora está resurgiendo. No
obstante, las nuevas formas de autoritarismo que están emergiendo difieren de las
anteriores. Muchos de los actuales demagogos utilizan la retórica de la
democracia, vanagloriándose de los apoyos masivos que les sustentan. Pero en el
fondo, tienen mucho en común con sus predecesores: ayer y hoy, fomentan el
nacionalismo sobre el internacionalismo, la seguridad sobre la libertad y las emociones
sobre la razón; invocan a enemigos externos e internos, culpan a las minorías –los
más débiles- de sus problemas... Y una vez en el poder, tanto en el pasado como
ahora, socavan las libertades políticas y civiles; censuran la prensa para
manipular la opinión pública; se hacen con una poderosa base social y acaban
con sus enemigos políticos (recordemos ese You’d
be in jail –“estarías en la cárcel”- pronunciado por Trump en uno de sus
debates con Hillary Clinton al referirse en lo que ocurriría si llegase al
poder). Y desde entonces hasta ahora, su triunfo llegaba como una sorpresa.
Las razones del
actual resurgimiento del populismo antidemocrático son diversas. A lo largo del
mundo, los políticos radicales se benefician de la desigualdad social, la
corrupción política, la crisis económica e incluso del desarrollo tecnológico –del
que hacen un potente uso para promocionarse-. Los demagogos de todo el mundo
juegan con el miedo y las emociones de la gente, ofreciendo fáciles soluciones,
un culpable (el famoso establishment)
y mano dura. La victoria de Trump ha sido el último recordatorio de esto. La
Historia muestra que nunca debemos tomar el orden sociopolítico vigente como
una garantía perpetua. Siempre debemos recordar lo frágil que es nuestra
sociedad y nuestra voluntad en tiempos de crisis.
Donald Trump tras su victoria electoral |
Esta entrada
está basada en una traducción y adaptación propias del artículo Waves of Authoritarianism, de David
Motadel publicado por la revista History
Today el 9 de noviembre de 2016. Para leer el artículo original, pulse el
siguiente link: http://www.historytoday.com/david-motadel/waves-authoritarianism
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