El Jardín Botánico: Jardín de Historia

Ciencia y humanismo han de ser un abrazo y no un muro que separa razón y sentimiento. 
Pablo Serrano
La Historia es una ciencia y, como tal, bebe de otras ciencias para completarse y dotarse de sentido. Esta nueva entrada tiene como finalidad un objetivo bien sencillo, a la vez que útil: el estudio de una parte de la historia a través del Real Jardín Botánico, más no tanto del museo mismo como de la historia que encierra detrás y de cómo ésta ha contribuido a su formación.
Esta joya poco conocida que linda con el Museo del Prado, se conformó gracias a numerosas expediciones con fines botánicos, etnográficos, geográficos, médicos, administrativos... auspiciadas por la Corona española. Dichas expediciones dotaron al Jardín de una magnífica colección de ejemplares de la flora mundial que hoy se exhibe en el corazón mismo de Madrid. Las mencionadas expediciones obedecían a numerosos motivos:
- El interés ilustrado por la geografía y la botánica.
- El deseo o la necesidad de hacer un recuento de las colonias y de los habitantes que conformaban la Monarquía Hispánica.
- Llevar medicamentos y vacunas a todos los súbditos de la Corona.
- Realizar levantamientos cartográficos en las costas de América, Filipinas, Australia y Nueva Zelanda.
- Redactar informes sobre el trazado de los puertos así como estadísticas de los mejores productos para su comercio y la industria.
- Estudios etnográficos y de Historia Natural.
El Real Jardín Botánico de Madrid fue creado el 17 de octubre de 1755 por orden del rey Fernando VI. Se instaló en la Huerta de Migas Calientes, en las inmediaciones de lo que hoy se denomina Puerta de Hierro, a orillas del río Manzanares. Al principio contaba con más de 2.000 plantas, recogidas por el botánico y cirujano José Quer, en sus numerosos viajes por la Península u obtenidas por intercambio con otros botánicos europeos.

En 1774, Carlos III ordenó su traslado al actual emplazamiento del paseo del Prado, donde se inaugura en 1781. Desde su creación, en el Real Jardín Botánico se desarrolló la enseñanza de la Botánica, se auspiciaron expediciones a América y al Pacífico, se encargaron los dibujos de grandes colecciones de láminas de plantas y se acopiaron importantes herbarios que sirvieron de base para describir nuevas especies para la Ciencia.
La expedición de Malaspina (1789-1794)
Alejandro Malaspina
Una de esas expediciones –y posiblemente la más famosa- fue la realizada por el marino italiano Alejandro Malaspina, al servicio de la Armada española en tiempos de Carlos IV. El 30 de julio de 1789 -16 días después de la toma de la Bastilla por el pueblo francés- partió desde el puerto de Cádiz para realizar una gran expedición de carácter científico político. Su viaje había sido cuidadosamente organizado y preparado; meses antes, el 10 de septiembre de 1788, el propio Malaspina había presentado ante el ministro de Marina, Antonio Valdés, un proyecto de "noble emulación" frente a las políticas practicadas por franceses e ingleses, siguiendo las trazas "de los señores Cook y La Pérouse".
Lo que Malaspina planteó no era sólo un viaje científico; no podía serlo, sobre todo porque el poder de la Corona española, cuyos extensos dominios ultramarinos se extendían por medio mundo, estaba siendo cuestionado por las otras potencias europeas. Por ello, en su escrito al ministro de Marina, Malaspina formuló sus otros objetivos: de una parte, la construcción de cartas hidrográficas para las regiones más remotas de la América, y de mejores rutas para la navegación mercantil; y, de otra, la investigación del estado político de América, tanto en lo que concierne a sus relaciones con España como con las demás naciones. Como en la práctica totalidad de las expediciones ilustradas, el único objetivo oficial sería el científico, mientras que los informes políticos tendrían el carácter de secreto.
Una vez aprobada la empresa, la maquinaria estatal se puso en marcha. Se construyeron dos corbetas para el viaje y se consultó a quienes tenían conocimiento o experiencia sobre viajes transoceánicos y sobre el instrumental y los objetivos científicos. Además, se seleccionó, con extraordinario cuidado la tripulación que iba a formar parte del viaje bajo las órdenes de los comandantes Alejandro Malaspina y José Bustamante y Guerra.
El primer contacto con tierras americanas fue el puerto de Montevideo. Siguieron su viaje por las Malvinas y la costa de la Patagonia, bordearon el Cabo de Hornos y ascendieron por la costa del Pacífico hasta San Carlos de Chile, el último bastión meridional de las posesiones coloniales españolas. La ruta continuó por la costa del Pacífico: Concepción, Valparaíso y Coquimbo; prosiguieron viaje hacia El Callao y, desde allí, hacia los puertos de Acapulco y San Blas de California. Mientras los naturalistas se dedicaban al estudio detallado de las producciones del rico virreinato, las corbetas recorrían el litoral hasta alcanzar los 60º de latitud norte, a la búsqueda del supuesto "Paso del Noroeste". 
Ruta de la expedición de Malaspina y Bustamante
Durante el otoño de 1791 se preparó el detallado estudio del estrecho de Juan de Fuca, un trabajo que habrían de llevar a cabo los oficiales Dionisio Alcalá Galiano y Cayetano Valdés – futuros combatientes en Trafalgar- durante el siguiente año segregados ya de la expedición, durante las mismas fechas que ésta alcanzaba las islas Marianas y Filipinas. En febrero de 1792 las corbetas alcanzaron la isla de Guam, la única escala en una larga travesía de tres meses que habrían de llevar a la expedición al archipiélago filipino.
Llegados a la bahía de Manila el 20 de mayo de 1792, permanecieron en este puerto hasta mediados de noviembre; período durante el cual los naturalistas contactaron con Juan de Cuéllar, botánico al servicio de la Real Compañía de Filipinas, y exploraron el interior de la isla de Luzón. Durante el verano austral las corbetas navegaron por Nueva Guinea, Islas Salomón, y Nuevas Hébridas. A fines de febrero de 1793 recalan en Bahía Dusky y un mes después alcanzan Puerto Jackson (Australia). La expedición completó sus datos sobre la costa de Chile, Tierra de Fuego, Río de la Plata y las Malvinas; dobló nuevamente el cabo de Hornos y alcanzó, en febrero de 1794, el puerto de Montevideo.

El 21 de septiembre de 1794, más de cinco años después de su partida, las dos corbetas arribaron a la bahía de Cádiz. En su travesía habían atracado en treinta y cinco puertos, y aunque no dieron la vuelta al mundo como sí hicieron sus referentes Cook o La Pérouse, sí habían cumplido buena parte de los cometidos: una magnífica colección de cartas hidrográficas; una interesante serie de trabajos sobre el magnetismo terrestre y la gravedad; se inspeccionaron las más ricas minas de México y Perú, evaluando sus recursos productivos y sus sistemas de explotación; los naturalistas portaron una buena colección de pliegos de herbario, algunas muestras mineralógicas, un número importante de animales, una colección de materiales etnográficos y, por parte de los dibujantes, se realizó un buen trabajo iconográfico. Casi un millar de imágenes entre plantas, animales, paisajes, tipos etnográficos, ritos y tradiciones… un inmenso álbum de los territorios coloniales, pertenecientes a la Corona española. Y sobre todo, se recopiló una amplísima información sobre las relaciones comerciales y el gobierno de la América española.

Como acabamos de ver, una ciencia tan lejana como la botánica, también puede aportarnos conocimientos sobre nuestra Historia.

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