Secesión: la encrucijada de Lincoln

Secesión. En los últimos tiempos, esta palabra se ha vuelto a poner de moda en los medios de comunicación ante el desafío independentista catalán. Gracias a la historia, podemos saber mucho acerca de esta palabra y a qué hace referencia. Desde Adarga Antigua, nos remontamos a los orígenes de la Guerra de Secesión norteamericana para entender el término “secesión” en toda su complejidad.
Abraham Lincoln
A mediados del siglo XIX, Estados Unidos se hallaba en plena expansión territorial y asentamiento democrático. No obstante, la joven nación estaba compuesta por numerosos estados que contaban con grandes diferencias entre sí. En los estados del Norte predominaban la industria y el comercio, y la moderna sociedad burguesa era un fiel reflejo de su época. Pero en el Viejo Sur las cosas resultaban bien distintas. En la cúspide de su sociedad podríamos identificar una especie de “aristocracia” de grandes terratenientes, que poseían grandes plantaciones de tabaco o algodón (principalmente) trabajadas por mano de obra esclava.
Un bostoniano que visitó Carolina del Sur en 1774 quedó impresionado por el contraste que observaba con su Nueva Inglaterra: “Los habitantes de Carolina del Sur pueden ser divididos en tres categorías: plantadores opulentos y señoriales, campesinos pobres y embrutecidos y esclavos”. A su vez, los comentarios de un habitante de Carolina del Sur que visitó Nueva Inglaterra años después: “Me espantan; su astucia rastrera y esos principios igualitarios que poseen quienes carecen de carácter y fortuna, y que tanto cautivan a los estratos más bajos de la humanidad, generarán el mayor desorden”. Y es que los estilos de vida de Norte y Sur resultaban demasiados antagónicos, aunque la principal diferencia era la esclavitud.
Hacia la década de 1850, se produjo además un fuerte regionalismo como consecuencia de la anexión de nuevos territorios a la Unión. Según avanzaba la expansión hacia el Oeste, los estados que se iban incorporando asumían las características sociales y económicas bien del Norte o del Sur según su latitud.
Ya en la década de 1860 los ánimos estaban muy caldeados en ambos territorios, sobre todo por el avance del movimiento antiesclavista y su ideología libertaria e igualitaria en el Norte. Escritos y novelas de esta ideología como La Cabaña del Tío Tom ofrecían una imagen perversa y depravada de los sureños, que vivían a costa de la vida de los negros. Ante estas nuevas concepciones, en el Sur se produjo una reacción similar contra los habitantes del Norte, a quienes acusaban de inmiscuirse en su forma de vida.
En las elecciones a la presidencia de 1860, los republicanos restaron importancia al tema de la esclavitud de forma deliberada –para no encender más los ánimos-. Sin embargo, en el Sur veían la Secesión como la única solución y amenazaban con que no permanecerían en la Unión bajo un presidente del Norte.
Cuando se anunció la victoria del candidato republicano Abraham Lincoln, comenzó el movimiento de ruptura. Cuatro meses después de tomar posesión del cargo, siete estados del Sur encabezados por Carolina del Sur se separaban de la Unión y en el invierno de 1861 otros seis estados seguían su ejemplo. La principal razón que argumentaban era la defensa de la esclavitud, aunque Lincoln no tenía intención de interferir donde la esclavitud ya existiera, sino solo en los nuevos estados que se adhirieran.
La intención de los Estados sureños no era existir de forma independiente, sino formar un Estado sureño. Esta idea de una Confederación gustaba a los sureños hasta que en 1861 se hizo realidad. Los delegados de seis de los siete Estados que se habían separado se reunieron en Alabama, donde redactaron una Constitución para los Estados Confederados de América y eligieron a Jefferson Davis como su presidente.  
Ante este desafío, Lincoln estableció de inmediato su autoridad. Su discurso de investidura fue una mezcla de firmeza y conciliación. Afirmó que la Unión era perpetua, que ningún Estado se podía separar por su propia voluntad, que las Ordenanzas de secesión eran nulas desde el punto de vista legal y que ambas regiones estaban tan estrechamente unidas que la separación pacífica era imposible. Prometió que haría cumplir la ley en todos los Estados, que recaudaría los impuestos federales y que mantendría todos los puestos federales –incluidos los del sur-. Esto no significaba violencia ni derramamiento de sangre, y no los habría a menos que se forzara a la autoridad nacional.
Bombardeo del Fuerte Sumter
Este discurso tenía como verdadero objetivo ganar tiempo y permitir que se reforzara el unionismo del sur, pero sus expectativas quedaron truncadas. A la guarnición federal del Fuerte Sumter, en el puerto de Charleston, se le estaban acabando las provisiones, por lo que tendría que rendirse si no se le socorría pronto. Lincoln se enfrentaba ahora a un dilema atroz: el Fuerte Sumter era, junto con el Fuerte Pickens en Pensacola, la única propiedad federal del sur que permanecía en manos de la Unión. Rendirse era tanto como reconocer la Confederación, pero intentar reforzarlo podía desencadenar la guerra.

Durante un mes, Lincoln dudó sobre cómo proceder. Finalmente, el 6 de abril ordenó una expedición pacífica –mientras no fuera atacada- para auxiliar al Fuerte Sumter. Ahora le tocaba a Davis elegir: permitir que el fuerte fuera auxiliado y someterse a la voluntad federal, o dar el primer golpe. El 12 de abril de 1861, tras la negativa del mayor al mando de la plaza de evacuar el fuerte, las baterías confederadas abrieron fuego. Después de dos días de bombardeo, el Fuerte Sumter capituló. Esta agresión por parte del sur puso fin a la indecisión del norte. La Unión había sido atacada. El 15 de abril, Lincoln hacía un llamamiento para movilizar a 75.000 hombres para sofocar la rebelión. La guerra civil había comenzado.

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